Un
día triste se convierte en un día divertido
Era
un día de invierno de mucho frió. Santiago, Salvador y Roberto
tenían 11 años y eran unos niños altos, delgados, con el pelo
corto y que jugaban muy bien al fútbol. Estaban aburridos y tumbados
en el sofá sin nada a lo que poder jugar con el balón nuevo que le
regalaron a Salvador por su cumpleaños. Miraban por la ventana y
veían la calle solitaria por que todos sus amigos estaban en sus
casas jugando a la consola, viendo la televisión o haciendo los
deberes. Al llegar Cristóbal, el padre de Roberto todos se pusieron
muy contentos porque querían que los llevaran al polideportivo.
Cristóbal cogió las llaves del coche y fueron a comprar pasteles
para merendar eran de chocolate, estaban tan buenos que te relamías
los dedos. Luego hicieron los deberes y estudiaron. Cuando acabaron
Cristóbal los llevó al polideportivo. Al llegar no pudieron jugar
en el césped porque estaban los niños mas pequeños entrenando, y
acababan a las siete. Así que se fueron a la tienda de chucherías a
comprarse gominolas de muchos sabores y figuras, con el dinero que
les habían dado sus padres para que se compraran lo que quisieran.
Había una gominola que les llamó mucho la atención porque se
parecía una estrella de las nieves, era blanca y tenía un sabor muy
dulce como el de una piruleta. Al salir vieron un chaval joven que
conducía una moto gris que era muy chula. Y nos fuimos al
polideportivo porque ya habían terminado de entrenar los otros niños
y ya podíamos jugar al fútbol en el césped. Al llegar cogimos el
balón y nos pusimos a jugar al fútbol con Enrique que era un niño
bajo,un poco gordo y que tenía unas gafas azules. Santiago se puso
de portero y Roberto, Salvador y Enrique le tiraban tiros. Enrique es
un poco malo jugando al fútbol y de diez veces que tiró no marcó
ninguna, todas las tiró fuera de la portería. Enrique tenía que
aprender de Salvador y de Roberto porque de diez que tiraran los
marcaban todos. Eran las ocho y media de la noche y todos se habían
ido menos ellos que seguían jugando al fútbol. Al cabo de un rato
estaban agotados y se tumbaron en el césped a ver el atardecer que
tenía un color rojo radiante y un naranja claro. Cristóbal vino con
el coche a recogerlos porque había ido a comprar una lámpara y como
la tienda estaba muy cerca del polideportivo
llegó a por ellos para llevarlos a sus casas.
Un
día triste y aburrido se volvió en un día alegre y divertido.
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